This week, the Biden administration has halted the approval of new licences to export US liquefied natural gas (LNG), a moratorium that is likely to alter billions-dollar projects plans, according to Reuters.
This decision will already mean increased coal consumption in Germany and a global problem in an already tense market such as that of LNG.
However, I would like to quote the New York Times, which explains to us the extremely technical and industrial process that has been used to make such a decision.
Quote: “Before the decision, White House climate advisers met with activists such as Alex Haraus, a 25-year-old Colorado social media influencer who led a TikTok and Instagram campaign to urge young voters to demand that Biden reject the project”; Fascinating.
This is just one example of a larger problem. Stupidity reigns in the world of energy policy.
In the hands of sectarians
We live in a time when a bunch of sectarians who don’t understand anything about industry, energy and competitiveness influence populist politicians who make decisions without the slightest knowledge by assigning a kind of “ideology” to energy sources without understanding the complex chains that facilitate the transition.
We live in a world where a sixteen-year-old climate activist captured the minds of politicians by traveling from the UK to America by boat to avoid pollution only to send the crew by plane to bring the boat back.
We are in the hands of sectarians who think that solar and wind power are manufactured with dreams and installed by singing John Lennon songs
Even in China, they hallucinate with a West that wants competitive, cheap, abundant, and environmentally friendly energy, but refuses to mine rare earths, lithium, and prefers to slow down its decarbonization process and burn coal rather than develop renewable fuels or use natural gas or nuclear energy, which is essential for a competitive energy transition.
In fact, we are in the hands of sectarians who think that solar and wind power are manufactured with dreams and installed by singing John Lennon songs.
I don’t care if this group of disoriented people has good intentions. Hell is full of good intentions. What worries me is that political leaders will destroy any capacity to strengthen the energy industry using rationality.
The combination of arrogance and ignorance
Why do they do that? Because they do not suffer the consequences and because they only use the excuse of climate change and energy transition to impose restrictions on citizens and limit the freedom of individuals.
Activists know that their actions generate more negative effects than positive ones, and that they are threatening security of supply and a competitive transition, but they do not care because their objective is to impose on us supply restrictions and demand destruction while politicians fly private to inform us that coffee drinking is bad for climate. You and I care about the environment, they care about control and repression.
The combination of arrogance and ignorance is expensive and does not accelerate investment and technological development, but rather slows them down
Instead of listening to the companies and engineers, who are the ones who invest and solve the problems that the decarbonization process entails, they are penalised, insulted, and given the power of decision to people who believe that our future should be to return to the prehistoric era (it is not a joke) while flying in private jets announcing the climate emergency.
Anyone would understand that if we want to advance technology, energy independence and at the same time ensure affordable and continuous supply, we need to facilitate investment, provide companies with a stable and predictable regulation, taxation and legal framework, and maximize the return on investments already made as we develop all the technologies that will help us as new forms of storage, production and transmission become industrially viable.
You may believe that thanks to activism, progress is being made in the energy transition.
The reality is that activism has made coal, which had almost disappeared from the energy matrix, to return to Europe with a vengeance, and on the way they have achieved higher consumer tariffs. Socialism always destroys what it pretends to protect.
No me preocupa la inteligencia artificial, me aterra la miopía humana.Y el debate sobre la tecnología y la sociedad que vamos a tener en el futuro se está aprovechando para engañar a los ciudadanos y que acepten someterse a unos políticos que no nos pueden ni nos van a proteger, pero a buen seguro van a lucrarse prometiéndolo. Pero hay sesudos estudios que nos dicen que en 50 años la inmensa mayoría del trabajo lo van a hacer robots ¿qué hacemos? Las falacias de las estimaciones distópicas las hemos vivido desde hace décadas.
Yo siempre le explico a mis alumnos que, si creyésemos los sesudos estudios a cincuenta años del pasado, hace diecisiete años que nos hemos quedado sin agua, sin petróleo y sin trabajo. Las estimaciones a cincuenta años siempre sufren de los mismos errores. Primero, el presentismo. Tomar la situación actual y exagerarla. Segundo, dulcificar el pasado. No, ningún tiempo pasado fue mejor. Tercero, siempre estimar un futuro imposible y negativo.
La realidad es que hoy, la población mundial ha crecido hasta 7.500 millones, y tenemos más trabajo. El desempleo global está a mínimos históricos, un 5%, la pobreza mundial ha caído a niveles nunca vistos, desde un 80% en 1820 a un 10% actual. La mortalidad infantil se ha reducido a menos de la mitad, de 64,8 muertes por cada mil nacimientos en 1990 a 30,5 en 2016.
Contamos con mayores recursos naturales, las reservas probadas de petróleo han crecido y tenemos fuentes de suministro más diversificadas. Todo esto ha ocurrido con la mayor revolución tecnológica jamás vista. Más de la mitad de los trabajos que hoy existen ni siquiera eran conocidos hace veinte años. La demostración empírica es que los datos de más de 140 años muestran que la tecnología crea mucho más empleo del que destruye, y que es mentira que los puestos de baja cualificación desaparezcan. Se crean otros. Un estudio de Ian Stewart, Debapratim De y Alex Cole muestra claramente que la tecnología desplaza los trabajos más aburridos, peligrosos y duros, es decir, aquellos que no deseamos tener, en cualquier caso, y aumenta muchos más puestos de trabajo en sectores de servicio, conocimiento e interacción humana. De hecho, estudios de Deloitte, Ernst / Young y otros también prevén que necesitaremos muchísimos más puestos de trabajo en el futuro en labores de apoyo y servicios adyacentes a la actividad tecnológica. Lo que los profetas del desastre siempre olvidan es que mientras el cliente sea humano, la experiencia e interacción con otros humanos no se reduce. Aumenta.
Nunca apostemos en contra del ingenio humano. El mayor enemigo del profeta del apocalipsis es un ingeniero.
Las sociedades más robotizadas no tienen más paro, tienen mucho menos. Según datos de la OCDE de 2016, Corea del Sur, Singapur, Japón y Alemania tienen los mayores índices de robotización de las funciones laborales (530, 400, 305 y 301 robots por cada 1.000 empleados respectivamente) y un desempleo inferior al 3,9%. Mientras tanto, países que subvencionan los sectores de baja productividad y penalizan fiscalmente la robotización, como Francia, que tiene menos de la mitad de los robots que Corea del Sur o Singapur (127 por cada mil empleados), sufre un paro que triplica a esos países. España tiene menos aún, un 60% menos robots, y cinco veces más tasa de desempleo. McKinsey estima que prácticamente la mitad de la ganancia de competitividad de los próximos 50 años vendrá explicada por la digitalización y la automatización.
Y estoy seguro de que, como en el pasado, esas estimaciones se quedarán cortas. Tanto en la mejora de la productividad y la calidad de vida como en el avance de la robotización creativa, es decir, que genera muchos más y mejores puestos de trabajo. Incluso para los sectores de baja cualificación. Porque se trasladan a servicios y apoyo. Las empresas más representativas dentro de este fenómeno se denominan bajo la unión de sus iniciales: FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google). No solo el desarrollo espectacular de esas empresas no ha reducido el empleo, es que el paro en Estados Unidos se ha reducido hasta el nivel más bajo desde 1968 mientras las empresas que se suponían que iban a perder por el avance tecnológico se han fortalecido al tener que competir.
En el mundo, el desempleo ha continuando bajando a pesar de que esas empresas avanzaban hasta suponer ya el 27% de la capitalización conjunta del NASDAQ, con modelos de negocio capaces de apalancar servicios que no existían hace solamente unas décadas. Estas empresas han creado muchísimos más puestos de trabajo indirectos de los que han “destruido”. La excusa de “¿qué pasa con los trabajos menos cualificados?” esconde la falacia del intervencionismo.
El proteccionismo, las subvenciones, el asistencialismo ni protege ni crea esos puestos en sectores en proceso de obsolescencia. Como se crea mucho más empleo es con formación, pero formación real, en el trabajo no cursos de sindicatos subvencionados. Porque la tecnología crea hasta un 40% de empleos no cualificados adicionales a los que destruye, como hemos visto en California, Texas o Illinois y en los países asiáticos. Un primer impacto positivo sobre el empleo de la digitalización lo provocan de forma directa estas compañías, que conjuntamente emplean ya a más de 800.000 personas en todo el mundo, con una productividad claramente superior a las empresas de sectores tradicionales con las que mantienen el pulso en los mercados financieros y mejores sueldos. Compañías como Facebook y Google tienen en nómina, respectivamente, a más de 27.000 y 88.000 personas y pagan más de un 50% más que la media de los sectores industriales. Su modelo de negocio se basa principalmente de la publicidad en medios digitales, mercado inexistente hasta hace unos años. Otros 115.000 puestos de trabajo pueden considerarse, por lo tanto, creación neta de empleo derivada de las nuevas tecnologías. Amazon, por su parte, con un 44% de cuota en el mercado e- commerce, es uno de los principales responsables de la creación de los más de 400.000 puestos de trabajo que han generado las empresas de comercio electrónico en Estados Unidos, según el economista Michael Mandel. Además, en el caso de la compañía de Jeff Bezos, el impacto ha de extenderse a sectores adyacentes al comercio electrónico, como son la logística, paquetería, pagos electrónicos, etc. En Asia, continente donde la robotización es un elemento usual en las empresas y métodos de producción, ya conocen los efectos positivos de este fenómeno. Según el Banco de Desarrollo Asiático, el mayor dinamismo económico generado por la robotización en 12 economías asiáticas en desarrollo entre 2005 y 2015 ha compensado la destrucción de empleo derivado de la implantación de procesos de automatización y ha creado más empleo aún. Esta transformación ha supuesto una creación de 134 millones de empleos al año, una cifra claramente superior a los 104 millones de empleos al año transformados por el efecto sustitución de mano de obra por un proceso automatizado. Entre el 43% y el 57% de los nuevos puestos de trabajo creados en India, Malasia y Filipinas durante los últimos 10 años provienen del sector tecnológico. Pero lo más importante es que el aumento del empleo en servicios, turismo, hostelería y sectores adyacentes se ha duplicado. En Europa, la digitalización se mide a través del índice DESI (Digital Economy and Society Index), elaborado por la Comisión Europea. Dinamarca, Finlandia, Suecia, Holanda, Luxemburgo y Reino Unido son los líderes en economía digital. Todos ellos resaltan por tres factores.
Una altísima libertad económica reflejada en el Economic Freedom Index, una enorme flexibilidad laboral y una alta digitalización y robotización. Todos tienen tasas de desempleo históricamente bajas (inferiores al 6%) e impactos menores sobre el mercado de trabajo derivados de shocks económicos. Además, cuatro de los seis países mencionados anteriormente también lideran el ránking de patentes por millones de habitantes en 2017, según la Oficina Europea de Patentes. Se trata de Holanda, Dinamarca, Suecia y Finlandia. No por inversión pública, sino porque más del 60% de la Investigación y Desarrollo es privada. Estudios de la Comisión Europea concluyen que el grado de robotización es capaz de explicar el 19% del incremento del empleo en el sector manufacturero de países como Austria durante los años 2009 a 2012, frente al decrecimiento de países como España, Italia o Portugal, donde la robotización y digitalización está muy retrasada. Asimismo, afirma la existencia de una relación directa entre el grado de robotización de las empresas manufactureras especialmente de las grandes empresas -y su productividad. La automatización no destruye empleo. Conduce a las economías -especialmente a las desarrolladas -hacia una aceleración de la migración de los trabajadores desde el sector manufacturero hacia el sector servicios; mientras que la digitalización aborda oportunidades rupturistas de mercado basadas en el ecosistema digital y en el negocio de los datos, que ya han sido bautizados como el petróleo del siglo XXI. Es decir, hace a las economías más fuertes, mejora la masa salarial y reduce los puestos de trabajo arriesgados. Ninguno de estos fenómenos es una amenaza para el mercado laboral. Sólo en Francia, McKinsey ha estimado que internet ha sido capaz de crear 2,4 empleos por cada trabajo transformado. La tecnología ha hecho que el factor trabajo desempeñe un papel más importante, no menor. Lo que se está produciendo, y se acentuará en los próximos años, es un proceso de migración desde sectores de baja productividad e intensivos en mano de obra no cualificada que desarrolla tareas rutinarias y peligrosas, hacia sectores orientados a servicios, a interacción personal, con distintos niveles de cualificación, pero no necesariamente solo alta preparación, donde la formación será un elemento esencial. No, un albañil, un fresador o un fontanero no están condenados a desaparecer. Solo a transformarse.
El factor humano seguirá siendo esencial en la era de la inteligencia artificial, pero lo único para lo que no será necesario es para llevar a cabo labores de alta precisión. Recuerdo cuando nos decían en 1991 que en 2011 nadie viajaría, que se llevarían a cabo las reuniones vía videoconferencia, desaparecerían las reuniones y trabajaríamos despegados del contacto humano. No podían haberse equivocado más. El presentismo, exagerar lo que consideramos una amenaza hoy, siempre nos lleva a equivocarnos. A los ciudadanos les encanta el progreso, pero temen el cambio. Queremos mejorar, pero somos extremadamente conservadores. No es una sorpresa que los que se autodenominan “progresistas” sean los más regresistas. Quieren recuperar 1975, y están en contra de la globalización, del comercio internacional, de la tecnología a la que quieren cargar de impuestos y de las técnicas disruptivas. Son los que subvencionan los sectores de baja productividad penalizan a los de alta productividad vía impuestos, y luego se rasgan las vestiduras porque no cambia el modelo productivo. Pero introducir miedo en la sociedad es muy rentable políticamente. Nos dicen que estamos condenados por una amenaza imparable y que “esta vez es diferente”, y que tenemos que ceder más libertad y darle más dinero a cambio de una seguridad que ni pueden ni saben dar. Pero, cuando fracasan, ya nos han puesto los grilletes. La renta básica, las subvenciones con el dinero de los demás y el asistencialismo son las excusas de la élite política para mantener a ciudadanos obsoletos y clientes rehenes. Los retos de la digitalización se afrontan con formación y liderando la carrera tecnológica, no prometiendo paguitas que luego desaparecen bajo el yugo de la inflación y el estancamiento económico.
La inteligencia artificial, la robotización y la digitalización no solo van a hacer el mundo mejor, y crear más y mejor empleo para todos. Afortunadamente, también son la llave que nos librará de los salvapatrias y solidarios con el dinero de los demás.
El futuro va a ser espectacular. No lo duden. Los robots no nos van a quitar el trabajo. Los políticos, sí.
“I´ve gone back so far I´m in front of me” Paul McCartney
Como tantos de ustedes, esta semana nos hemos enterado de que existía Google Shopping.
La Unión Europea se inventaba un caso inexistente para imponer una multa injusta y desproporcionada que huele más a subterfugio impositivoque a defensa de la competencia.
¿Cómo se llega a acusar a Google Shopping de abuso de posición dominante?
Primero, inventándose el perímetro y definición de mercado. Cualquier consumidor se caerá al suelo de risa cuando lea que la Unión Europea decide que Amazon -ese sí que sabíamos que existía-, eBay, y las más de trescientas paginas de comparación de precios que se han creado desde 2005, no son “competencia”. Así, pasa de asumir una cuota de mercado alta y líder por calidad y decisión libre de los consumidores, a una “dominante”. Eliminando del análisis a su competencia.
Recordemos que los usuarios no usan Google por imposición -eso es más de la Unión Europea-, sino por decisión personal de los consumidores que consideran su servidor mejor, más eficiente y más fácil de usar que competidores tan poderosos como Yahoo, Bing, etc.
No olvidemos que Google Shopping, si diese un servicio de mala calidad o injusto en su posicionamiento de productos, desaparecería en un santiamén ante la competencia de otros buscadores similares. Si hiciese esa tontería los competidores se lo “merendaban” en días. Porque sería atacar a su modelo de negocio. La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.
La tecnología elimina las barreras de entrada, y solo eres líder si los consumidores lo aceptan, si no, desapareces.
Lo bueno de la tecnología disruptiva y la democratización de la experiencia compradora que supone internet es que, casi en tiempo real, beneficia a consumidores y pymes. El poder es de los consumidores, y eso es lo que molesta.
Google Shopping no quita cuota de mercado a los anuncios de texto (text ads) por posición dominante, sino porque es un mejor sistema, visualmente más atractivo y una mejor experiencia para consumidores y empresas.
La multa a Google muestra un enorme error a la hora de entender el comercio online, y no entiende cómo busca el consumidor. Incluso si se tuviese el incentivo perverso de “manipular”, el comprador dejaría de usar ese servicio.
Google Shopping no muestra productos por su preferencia ni obliga a exclusividad. Beneficia a pymes y consumidores.
Los crecimientos que muestra la Unión Europea no son por abuso de posición dominante, sino por mejora de calidad. Como bien explica Search Engine Land, crecer ventas igual que la competencia no es tener dominio, es que el mercado está cambiando. Si las empresas invierten más dinero en Google Shopping es porque la ratio de conversión de click a venta es más alto. Si los consumidores usan más Google Shopping es porque les ofrece mejores productos, más baratos y más fáciles de encontrar. Nada más y nada menos.
Se plantea si hay daño para el consumidor, derivado de no tener acceso a otros sitios de comparación de precio, por un supuesto abuso de posición dominante. Los denunciantes del caso dicen que sí existe ese daño y lo justifican con el declive de las visitas a sus sitios de comparaciones de precio que, entienden, es debido a que Google prima a Google Shopping y que esta práctica, castiga a los consumidores, al limitar sus opciones. Pero lo cierto es que la Comisión no ha tenido en cuenta en este análisis qué efecto tienen otros sitios como Amazon y eBay y entiende que ese descenso en las visitas es problema de Google Shopping, cuando los datos demuestran lo contrario. Hasta que llegó el dominio local de Amazon, las visitas a estos sitios desde Google fueron creciendo de manera constante, como dice la nota explicativa. Por el contrario, cuando Amazon aparece, comienza el declive. Competencia.
Se podría decir que el poco éxito de los denunciantes en su proceso innovador es el culpable de su descenso de ventas. Si no, habrían aumentado en Amazon, eBay, Idealo o cualquiera de los 300 otros comparadores, ya que no existe exclusividad ni obligación de usar Google Shopping.
La “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos.
Y ¿más de 2.000 millones de euros? Claramente, la “multa” es un impuesto encubierto ante la imposibilidad de atacar fiscalmente a los gigantes norteamericanos. La “multa” de la Unión Europea no es solo desproporcionada se vea como se vea, es que surgen muchas dudas sobre la motivación y el cálculo de la misma. A los conglomerados europeos les pone una multa de poco más de cien millones, a los norteamericanos de un billón, o, como en este caso, el doble.
Como muestra Jeff Jarvis, la Unión Europea se erige como defensora no de la competencia, sino del intervencionismo, “salvándonos” de Microsoft cuando ya estaba perdiendo cuota contra Apple, y “salvándonos” de nuestro poder como consumidores, como si fuéramos niños. La ignorancia sobre cómo se compra online es casi hilarante. Cualquier comprador decide, comparando diferentes alternativas, no solo de producto, sino de buscador.
Es curioso que a la Unión Europea le importen tanto los consumidores y la competencia que la multa se la quedará ella y esos consumidores y competencia no solo no verán un euro, sino que pagarán más por acceder a un mercado menos competitivo.
Lo que esconde esta multa, y las que vendrán, es el terror que la Unión Europea tiene a las tecnologías disruptivas y los gigantes norteamericanos. Esa Unión Europea que se encuentra muy cómoda subvencionando sus conglomerados y campeones-nacionales-dinosaurio y que no se pregunta por qué no se crean grandes Googles o Amazons en Europa.
Imaginen este caso. Walmart es el mayor empleador privado de EEUU, uno de los mayores contribuyentes fiscales estatales y nacionales, propietaria de miles de metros cuadrados de tiendas, y Amazon -sin tiendas- su némesis disruptiva. Si Walmart y Amazon fueran europeos, los gobiernos, reguladores y legisladores habrían hecho lo imposible por entorpecer el crecimiento de Amazon (no digan que no, que lo vivimos cada día en hostelería, transporte y comercio) porque “hay que mantener el empleo”. ¿Qué se consigue? Ni se mantiene el empleo ni se lidera el cambio tecnológico. Amazon ha sido un revulsivo en EEUU para que Walmart se pusiera las pilas, mejorara sus procesos y eficiencia, y salieran, ambos, líderes. La Unión Europea y muchos de sus estados ponen todas las trabas posibles a las miles de empresas tecnológicas para sostener a sus seguridades sociales encubiertas, esos conglomerados semi-estatales o privados mal llamados “campeones nacionales”.
Con ello solo consigue perder el tren de la tecnología, la innovación, el cambio de patrón de crecimiento, y la mejora de salarios y empleo.
Decía Ronald Reagan que “la visión del Gobierno sobre la economía se podría resumir en unas pocas frases cortas: si se mueve, ponle impuestos; si se sigue moviendo, regúlalo. Y si deja de moverse, subsídialo”. Era un chiste, pero lo estamos cumpliendo paso a paso.
Publicado originariamente el 2 de Julio de 2017 aquí
“The way you haunt my dreams, they can’t take that away from me”, Ira Gershwin
Este pasado viernes, Bitcoin, la moneda virtual, aunque yo prefiero llamarlo “reserva virtual”, superó los 1.900 dólares y en una sola semana su capitalización se disparó en 4.000 millones de dólares, llevándolo a máximos históricos. Sobre el fenómeno hemos hablado en esta columna en diferentes ocasiones, y creo que merece la pena analizar las razones por las que sigue creciendo.
Los bancos centrales del mundo están aumentando masa monetaria de manera descontrolada e injustificada. Como hemos comentado en varias ocasiones, más de 200.000 millones de dólares mensuales de recompras en la mayor transferencia de riqueza de los ahorradores hacia los gobiernos. Mientras el ahorrador ve sus depósitos desaparecer con tipos reales negativos y devaluaciones, mientras los bancos centrales buscan a toda costa empobrecer al vecino vía devaluaciones para beneficiar a Estados deficitarios, la represión financiera sigue generando respuestas de los ciudadanos, que buscan salvaguardar sus ahorros del monstruo confiscador de la devaluación.
El principal factor que ha llevado a Bitcoin a subir de manera vertiginosa es esa represión financiera. A principios de año, la demanda de Bitcoin por parte de China se disparó casi un 80% ante los controles de capitales y el miedo -más que fundado- de los ciudadanos a que el Estado intente cubrir los enormes desequilibrios de la economía china con devaluaciones y controles de capitales más agresivos de los ya impuestos. Al fin y al cabo, no se les escapa ni a los economistas más burbujeros y a los depredadores de lo ajeno que China podría mitigar sus enormes problemas de deuda y burbuja financiera asaltando a una población que tiene uno de los ahorros familiares más altos del mundo (48% de ahorro bruto con respecto al PIB, sólo superado por Kuwait y Bermuda). Se confisca ese ahorro vía control de capitales y devaluaciones agresivas, y a correr. Y, como es normal, los ciudadanos se intentan defender.
No sólo China. El trading de Bitcoin de Japón y Corea del Sur se disparaba un 48,6% ante la posibilidad legal de que los comercios empezasen a usar Bitcoin. Con el Banco de Japón “imprimiendo” 70.000 millones de dólares mensuales, Bitcoin se presenta como una alternativa a la represión financiera y como una reserva de valor, ya que la oferta del mismo no se puede decidir unilateralmente por un gobierno o su banco central.
Otro factor importante es que esa “start-up de moneda” que comentábamos hace tres años (lean) ha empezado a ser utilizada de manera generalizada para el comercio. Al dejar de ser un activo financiero únicamente para empezar a utilizarse de manera más amplia para intercambiar bienes y servicios, pierde su condición de “cosa rara incomprensible” que algunos querían darle, para convertirse en una alternativa real monetaria.
Pero no debemos ignorar los riesgos. De momento, los países no consideran a Bitcoin una amenaza, pero si se pone en riesgo de manera relevante su avaricia impresora y devaluadora, no lo duden, se acudirá a la represión legal para intentar pararlo. Aunque no será fácil.
Yo prefiero ver a Bitcoin desde una perspectiva más moderada. A medida que se implemente, con otras cybermonedas, se volverá a la cordura en los bancos centrales.
No olvidemos que los bancos centrales pueden permitirse esta orgía de política monetaria sólo -y no lo olviden los burbujeros– si mantienen la confianza del mercado secundario defendiendo su papel como moneda de reserva. Cuando la confianza y el status como moneda de reserva se pierde, bienvenidos a Venezuela.
Es por ello que estoy convencido de que Bitcoin va a servir como un freno a la expansión monetaria desbocada que llevamos viviendo nueve años con la excusa de que “no hay inflación”, creando disparatadas burbujas en bonos y activos de riesgo y poniendo las bases de la siguiente crisis. Bitcoin puede ser un revulsivo que fuerce a que vuelvan a la cordura los bancos centrales que saben que deben mantener sus divisas como reserva de valor.
De momento, los que predecían un desplome del Bitcoin como una especie de timo electrónico se han equivocado. Yo, que no he invertido en Bitcoin nunca, pero lo veo como una alternativa urgente y necesaria al descontrol de las políticas monetarias mal llamadas keynesianas, cuando son simplemente demenciales, espero que siga creciendo y que, con ello, sirva de freno a las veleidades de los que siempre acuden a meter la “mano virtual” en el bolsillo de los ahorradores -a través de devaluaciones y bajadas de tipos- para solucionar sus errores.
Una parte de la mejor cura a los que piensan que devaluando y con tipos negativos se soluciona el mundo, que es una falacia evidente, es un Bitcoin fuerte.
Publicado originariamente el 26 de Mayo de 2017 aquí
“Buy it, use it, break it, fix it, trash it, change it, mail-upgrade it” Daft Punk
La posición de la Unión Europea (Bruselas) y parte de los comentaristas económicos sobre las empresas tecnológicas no nos debe sorprender, pero es totalmente equivocada. La visión cortoplacista, orientada desde un punto de vista fiscal erróneo, nos esconde un problema mayor. Europa ha perdido la carrera de la tecnología y de la innovación, y no va a recuperar posiciones desde la represión fiscal.
Usando subterfugios, se intenta
– Los impuestos no se pagan al 100% donde se vende, sino donde se genera el valor añadido. La propia Unión Europea dictamina que, cuando se produzca una venta a través de comercio electrónico, el IVA de ese producto estará sujeto al tipo impositivo fijado en el país de residencia de la empresa, no del usuario que hace la compra. Lo mismo ocurre con la declaración del propio IVA. Es curioso, porque la Unión Europea defiende a capa y espada esta política –por otro lado, completamente lógica- para sus multinacionales y conglomerados industriales en sus inversiones en mercados emergentes y, sin embargo, las ataca para las empresas tecnológicas.
A la hora de mirar la contribución fiscal de las multinacionales, usar una visión localista desvirtúa el beneficio mundial. Por ejemplo, Google pagó más del 18% de impuesto de sociedades en 2016, casi 4.000 millones de euros, el 80% en USA, donde tiene la sede la compañía y donde genera la mayoría del valor añadido, tecnología y sistemas. Sin embargo, genera en el exterior casi un 38% de su empleo total, invirtiendo en start-ups y negocios establecidos hasta un 40% del total, lo cual genera un efecto multiplicador en toda la economía.
Pero, sobre todo, muestra el fracaso del modelo europeo que ha subvencionado y perpetuado sus conglomerados industriales poniendo barreras a creación, innovación y crecimiento del sector tecnológico, y ahora se encuentra con que no solo no tiene líderes en la carrera tecnológica, sino que además no “protege” sus puestos de trabajo ni sus ingresos fiscales.
– Se olvida el importantísimo impacto positivo en empleo, calidad del mismo, impuestos indirectos y cambio del patrón de crecimiento que suponen estas empresas, para centrarse en la titularidad. ¿Por qué? Porque son norteamericanas. Si fueran francesas, alemanas o de sectores rentistas, estarían recibiendo decenas de miles de millones en subvenciones.
No es una sorpresa que, según el ranking de Linkedin, las empresas más deseadas para trabajar sean Google, Salesforce, Facebook, Apple y Amazon. Google es un claro ejemplo, cuyos más de 60.000 empleados cuentan precisamente con el empleo de calidad y remunerado (más de un 30% que la media de sus empleos similares en los países donde opera) que algunos esperan, en vano, que se consiga vía subvenciones a sindicatos.
La Unión Europea gasta más de un 1% de su PIB en “políticas de empleo estatales” que incluyen enormes gastos estatales e ingentes subvenciones a sectores obsoletos, adicionalmente genera miles de páginas de regulación para “proteger” a sus campeones nacionales que, encima, también son acusados de pagar pocos impuestos porque van de adquisición ruinosa en adquisición ruinosa y pérdida porque me toca. Mientras en la OCDE la media de gasto en políticas activas de empleo no alcanzaba el 0,6% del PIB, en EEUU no llegaba al 0,15%, en España era del 0,9% en 2011 y en otros países como Francia superaba el 1,5% del producto interior bruto. ¿Y si gastásemos menos en esas políticas que han demostrado ser ineficientes y facilitásemos la implantación y creación de nuevos líderes tecnológicos?
– Muchos análisis olvidan el impacto de determinados servicios que son gratuitos para los usuarios y se financian con publicidad. Por ejemplo, un buscador. O Google Maps. Un estudio de Hal Varian cuantifica un impacto de 800.000 millones de dólares por parte del buscador sólo en ahorro de tiempos, eficiencias, posibilidad de comparar productos por el consumidor y elegir el más barato, incluso el impacto de servicios publicitarios.
No solo deberíamos plantearnos por qué ponemos barreras a empresas que emplean mejor y con mayores prestaciones, sino analizar de manera muy seria por qué se perpetúa el error de “proteger” a los mal llamados campeones nacionales. Primero, porque no lo necesitan, tienen su nicho bien merecido, pero son negocios maduros y, por definición, cautelosos con respecto al cambio. Segundo, porque estamos viviendo los frutos de “echar” al capital inversor que apoya un mejor patrón de crecimiento. La Unión Europea debería preguntarse por qué Skype se creó en Estonia y no en Bruselas.
Además, olvidamos el efecto multiplicador en la economía no tecnológica. Un estudio de ITSOS muestra que las pymes crecen y crean empleo hasta el triple que las que no usan esos servicios digitales que, además, son gratuitos para el usuario.
Si de verdad nos planteáramos el tema fiscal, de empleo y crecimiento de manera seria, apoyaríamos que las grandes tecnológicas creciesen mucho más en nuestros países porque el efecto impositivo en IRPF y Sociedades es mucho mayor. El efecto multiplicador es muy evidente en Irlanda. El país, con una política fiscal atractiva, ha cercenado su déficit en 12 puntos hasta eliminarlo, y el desempleo se ha reducido a un 6,6% con el paro juvenil en un 15%, el más bajo desde 2008. Todo ello sin perder servicios públicos. Pero, claro, el problema es que “las tecnológicas no pagan impuestos”. ¿No será el problema que sostener dinosaurios no sirve para nada?
La Unión Europea tiene ante sí un reto muy importante, que es el de convertirse en el motor del cambio y de progreso que merece ser. Porque el avance de la democratización de la tecnología y de los nuevos patrones de crecimiento es imparable.
Mirar a las multinacionales desde una perspectiva miope, solo nos lleva a perder. Si tenemos en cuenta el inmenso mercado que es Europa y el enorme potencial de su influencia en el mundo, deberíamos pensar más en parecernos a EEUU y menos en copiar a Japón. ¿Se acuerdan de sus “keiretsu” tecnológicos que iban a arrasar el mundo en los 90? Yo tampoco.
En Europa necesitamos más FANG (Facebook, Amazon, Netflix y Google) y menos fango.
Publicado originariamente el 24 de Enero de 2017 aquí